¡BAILA!

Siente cada movimiento,  tus músculos contraerse y descontraerse, la sangre agolparse y disiparse, cada pliegue de tu piel, tu respiración, cada inhalación y exhalación, el calor, el aire rozarse, acariciarte. Cierra los ojos y siente, siéntete. Para, sigue, fluye y permanece, déjate llevar fluyendo, sintiendo. Disfruta del momento, de ti,  del lugar que ocupas y te ocupa, de tu expansión, de tu libertad de hacer o no hacer.

 

¡Baila! Baila y disfruta de ti, de la música que la haces tuya, parte de ti y te hace sentir, emocionarte. Del silencio perfecto y profundo, también a él siéntelo, hazle tuyo. Escúchate en él.

 

¡Siente! ¡Siente! ¡Siente! ¡Libre! ¡Libre! ¡Libre! Muy libre de ti, de esa parte que trata de acotar, encarcelar, reprimir, sabotear, de ese todo que no te entiende y te crea resistencia. Libera, suelta, fluye siendo Vida viva.

 

Así, como el bailarín y la bailarina que eres, fluye con la Vida, en la Vida. Así siéntela con todo tu ser, tu Esencia. Siéntela y muévete a su compás eligiendo tu propio ritmo y movimiento, sin restricciones, para o sigue, descansa  o avanza, como tú desees, como tú decidas.

 

Baila con la Vida siendo la Vida y así sonreíros y moveros dulcemente, suavemente, llenos de alegría y verdad. Mírala a los ojos y siéntela tuya. Ella te ama irremediablemente. Ella también eres tú.

 

Solo baila.

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