No, no tengas miedo, de mostrar quien eres, de mostrarte vulnerable, de llorar delante del otro, de mostrar tu verdad, por muy profunda que ésta sea.
No, no tengas miedo de mostrarte, de verte a ti mismo indefenso, de saborear tus lágrimas, escuchar tus quejidos, de sentir que te falta el aire porque la congoja se ha apoderado de ti.
No, no tengas miedo de sentir tu dolor, tu tristeza, tu frustración, tu rabia, tu desconsuelo, tu desesperanza, tu desesperación. No, no tengas miedo de sentirte y sentirte vulnerable. Llora si te duele, ¡llora! Grita, tiéndete en el suelo, sal del orden para convertirte en un nuevo orden, muévete como te indica el corazón, obedécele, hazle caso, él sabe.
No, no tengas miedo de mostrarte, de hincarte de rodillas, de caer, de hundirte, pues te estás esperando en las profundidades. Rescátate, para eso es necesario primero encontrarte. Sabes que estás ahí esperándote. Déjate ver, muéstrate para poder encontrarte, y nunca, nunca, tengas miedo de mostrarte.
Tu vulnerabilidad es tu llave, tu desafío y la verdad. Nunca huyas de la verdad, de tu verdad. Abrázala y acéptala, siempre. Enorgullécete de ti a pesar de todo y recuerda: ERES LA LUZ, y esa vulnerabilidad que muestras también es tu Luz. Ilumínate para encontrarte en tus profundidades. Muestra tu hermosa Luz.
Tu conciencia.
Escribir comentario